miércoles, 17 de octubre de 2007

Te leo un cuento...

Para Drila

La niña que tenía sombra de sirena de Laura Castañón

Sofía se había aficionado mucho a la playa. Todas las tardes mientras mamá leía un libro que no acababa nunca, papá y ella corrían por la arena. Allí fue donde descubrió que tenía sombra. Que cuando ella corría o se movía o saltaba, una cosa oscura con brazos y piernas larguiruchos repetía exactamente sus movimientos.
Papá le explicó que eso era la sombra, que siempre está con nosotros y nos sigue a todas partes. A Sofía la sombra de papá le gustaba. Era una sombra, grande y fuerte. Además, si el sol le molestaba en los ojos bastaba con que papá la protegiese con su sombra y tan contenta. Pero su sombra, si tenía que ser sincera, era más bien una birria, así que Sofía se encaró con ella y le dijo:

-Eh, tú, sombra tonta, no quiero que estés siempre detrás de mí. Vete lejos, que no te quiero.

La sombra se resistía. No parecía tener ninguna intención de marcharse. Incluso amenazaba a Sofía cuando ésta la amenazaba y movía sus brazos furiosa.

-¡Que te largues! ¿Me oyes? No quiero verte, estoy harta de que me espíes y además eres muy flaca, así que ¡márchate!.

La sombra se quedó muy triste y bastante confusa. Se acurrucó en la arena sin saber qué hacer y se quedó mirando a Sofía que jugaba feliz con su balón de colores. Ella estaba sola y se sentía desgraciada, tan oscura y tan flacucha rodeada de tantos colores y de tanta luz. Estaba segura de que a ninguna otra sombra le había sucedido jamás nada semejante. Como si ella no tuviera bastante siendo la sombra de aquella niña que se empeñaba en hacer equilibrios por todas partes, en correr con su padre todas las tardes, con lo cansadísimo que ...


Drila... ¿estás dormida?...
(Te quedaste dormida y no te dije que la ternura tiene millones de formas... y que siempre hay tiempo...)

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